On Sunday, June 7, local and national elections took place in the midst of a deep rejection of the political establishment and discouragement with the socio-economic situation in Mexico.
According to the National Electoral Institute more than 83 million Mexicans were eligible to vote. This year voter participation was between 47 and 48%, reflecting the level of unhappiness with the political status quo and frustration with a system the people regard as corrupt and acting with impunity.
In these elections, the House of Representatives and the congress of 17 states were re-elected, besides electing nine governors and almost 900 mayors.
The reason for voter apathy is well known: Millions of citizens are deeply disappointed and outraged with their inept and corrupt government. They not only reject President Peña Nieto but also all the political parties that have been involved in serious scandals and in many instances have sought alliances with organized crime.
As a result, the country is held hostage by insecurity and violence. Non-governmental organizations estimate that since 2006, approximately 160,000 people have died and more than 30,000 have disappeared.
Complicating this chaotic scenario is an increasingly worrisome economy. A drop of more than half the price of oil, last year, has threatened growth forecasts and jobs creation.
The Institutional Revolution Party (PRI) was one of the winners in this year’s mid-term elections, managing to maintain its majority in the House of Representatives with 26.9% of the votes, that is, up to 203 national representatives.
Nevertheless, and although it seems contradictory, the great winner of the elections was change. For example, the victory of an independent candidate for governor was a first in the history of the current political system. In the state of Nuevo Leon, Jaime Rodriguez (aka El Bronco) defeated the candidates of PRI and National Action Party (PAN), confirming the weariness of voters who have been governed for 12 years by PRI and 12 years by PAN.
This is a blow to the political system that without a doubt will promote greater participation of independent candidates in the future.
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En medio de un profundo re-chazo a la clase política y el desánimo por la situación socioeconómica en México, el domingo 7 de junio se realizaron las elecciones locales y federales.
Según el Instituto Nacional Electoral estuvieron llamados a votar más de 83 millones de mexicanos. Este año la participación ciudadana fue entre 47.25 y el 48% que reflejó el descontento con las ofertas políticas y frustración con el sistema al que ven como corrupto e impune.
En estos comicios se renovaron la cámara de Diputados y los congresos de 17 estados además de elegirse nueve gobernadores y casi 900 alcaldes.
Las razones del desinterés por ir a las urnas son de sobra conocidas: millones de ciudadanos están hondamente decepcionados e indignados con el gobierno por sus continuas muestras de ineptitud y corrupción. El rechazo no sólo es hacia el presidente Peña Nieto sino hacia todos los partidos que han protagonizado graves escándalos y en muchos casos incluso se han aliado con el crimen organizado.
Como resultado de ello, el país es presa de la inseguridad y la violencia. Organizaciones no gubernamentales estiman que de 2006 a la fecha han muerto alrededor de 160 mil personas y más de 30 mil han desaparecido.
A este escenario caótico se agrega la cada vez más preocupante situación económica. La caída a más de la mitad de los precios del petróleo en el último año ha puesto en riesgo los pronósticos de crecimiento y de generación de empleos.
El oficialista Partido de la Revolución Institucional (PRI) fue uno de los victoriosos en la elección intermedia de este año al retener su mayoría en la Cámara de Diputados con el 26.9% de los votos, o sea hasta 203 diputados federales.
No obstante, y aunque parezca contradictorio, el gran triunfador de los comicios fue el cambio.
La novedad fue la victoria, por primera vez en la historia del actual sistema político, de un candidato independiente en una gobernación. Jaime Rodríguez, “El Bronco”, derrotó en Nuevo León a los candidatos del PRI y del Partido de Acción Nacional (PAN), confirmando el hartazgo de los votantes que anteriormente fueron gobernados 12 años por el PRI y 12 años por el PAN.
Esta es una estocada al sistema político que seguramente alentará a la mayor participación de candidatos independientes en el futuro.